¿Hasta dónde te puede llevar una pasión? Hablo de esas pasiones que despiertan tus sentidos, que te hacen vibrar cada vez que te dedicas a ellas. Aquellas que te llevan a ir más allá de lo que alguna vez pensaste podías llegar. En mi caso, mi pasión me ha hecho viajar miles de kilómetros, conocer lugares increíbles y vivir experiencias extraordinarias . . . aún en plena pandemia.
Era mediados de diciembre de 2019 cuando terminaba de publicar mi nota sobre el Olympique Lyon, mi equipo favorito. Imaginaba lo increíble que sería verlas jugar en vivo algún día. No en un partido cualquiera de su liga, esos suelen ser un poco tediosos ya que sus oponentes suelen encerrarse para no ser goleadas, sino contra un equipo que las pusiera a prueba y las hiciera jugar su mejor fútbol. Por ejemplo . . . tuve que revisar el calendario para ver qué se venía para 2020. A finales de marzo y principios de abril jugarían los cuartos de final de la Champions League contra el Bayern Múnich; primero tocaba en la ciudad de Lyon en Francia y luego en Múnich, Alemania.
No sonaba mal pero antes de esos juegos hubo uno que me llamó más la atención. A mediados de marzo jugarían contra su archirrival, el París Saint Germain, en París. El único equipo de la liga francesa que en verdad las hace sufrir. Un juego entre el Olympique Lyon y el PSG femenil, es el equivalente a uno entre el Barcelona y el Real Madrid varonil. Para cuando fuera el partido, la temporada estaría a punto de terminar y era casi un hecho que ahí se definiría a la campeona del torneo 2019-2020. Partidazo, sin duda.
Qué ganas de estar ahí pero no, no podía. Tendría que pedir vacaciones en la oficina y saldría muy caro. Aunque claro, días de vacaciones me sobraban y trataría de que el viaje fuera lo más barato posible. Además, era en París, tan bella ciudad . . . pero no, tanto dinero y trámites sólo para ir a un partido de fútbol. Aunque, ya en tres ocasiones había viajado miles de kilómetros para asistir a un partido de fútbol con todo lo que ello conllevaba, ¿por qué no una cuarta vez?
Algún día entre julio y agosto de 2015 estaba en Internet leyendo cosas que no necesitaba ni me importaban, sin embargo, hubo una noticia que llamó mi atención: la selección femenil de Estados Unidos había ganado la Copa Mundial FIFA 2015. “¿Hay Copa Mundial Femenil?” pensé. ¿Cómo era posible que no lo supiera si me gustaba fútbol? Y me sorprendió más aún saber que era la sexta edición de la Copa y que era la tercera vez que Estados Unidos la ganaba. No sé exactamente qué fue pero el tema me cautivó y a partir de ese día empecé a investigar lo todo lo relacionado al fútbol femenil.
Por supuesto mi punto de partida fueron las campeonas del mundo. Poco a poco me fui enterando de su historia, el nombre de sus jugadoras, los equipos para los que jugaban en su liga (¡sí, había una liga de fútbol femenil es Estados Unidos!), sus posiciones y de un sinfín de noticias que miles de fanáticos publicaban en redes sociales. Gracias a YouTube empecé a ver los partidos de la liga de Estados Unidos, a conocer a más jugadoras y a enterarme que, prácticamente en los cinco continentes, había ligas femeniles. Cada fin de semana me dedicaba a pescar partidos de las diferentes ligas del mundo. Se convirtió en mi pasión.
Alrededor del mes de mayo de 2017, mi admiración por la Selección de Estados Unidos iba en aumento cuando me enteré que se enfrentarían en un partido amistoso contra su similar de Canadá. El partido sería en noviembre en la ciudad Vancouver, misma ciudad donde vive uno de mis mejores amigos y que tenía pendiente visitar algún día. No me cupo la menor duda y lo tomé como una señal. El 9 de noviembre de 2017 estaba sentada en el estadio BC Place de Vancouver al lado de mi amigo, viendo a las campeonas del mundo jugar.
Ese viaje fue muy especial pues antes de llegar a Vancouver tuve la oportunidad de pasar unos días en la ciudad de Portland. Quería estar en el lugar que se considera la capital del fútbol femenil en Estados Unidos y posiblemente del mundo. No sólo me enamoré de ella, sino que me prometí volver algún día a ver un partido de las Portland Thorns y conocer a su famosísima afición y estadio. Y así fue, en septiembre de 2018 estaba la tribuna del Providence Park presenciando la final de la Liga de Estados Unidos (NWSL) entre Portland y Corolina del Norte. El ambiente no pudo ser mejor.
Y sí, hubo una tercera ocasión en agosto de 2019. Tenía que ver cómo había quedado remodelado el Providence Park después de meses de construcción, las fotos se veían espectaculares. Qué mejor ocasión para ir que ver a mi equipo favorito de la NWSL, Chicago Red Stars, jugar contra Portland. Dolorosa derrota pero no importó mucho. Estaba en una de las mejores butacas disponibles del estadio, en la capital del futbol femenil, viviendo mi pasión.
¡Al diablo! ¡El Olympique Lyon jugaba por el campeonato y mi presencia era requerida! El tiempo y dinero necesarios aparecerían, como en las ocasiones anteriores. Tramité las vacaciones correspondientes, compré los boletos de avión y las entradas al estadio Jean Bouin, casa del PSG femenil. El sábado 14 de marzo de 2020 estaría en París apoyando a mi equipo a todo pulmón.
Ese era al menos el plan.
¿Quién se iba a imaginar que en marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud anunciaría la primera pandemia de la década? El Covid-19 se apoderaba del mundo.
Las noticias sobre el nuevo coronavirus que provocaba infecciones respiratorias y que se había esparcido ya por una buena parte de China e Italia, estaban en todos lados. Entraba a Europa a gran velocidad. En el mundo deportivo se empezaban a llevar a cabo partidos a puerta cerrada o se estaban suspendiendo.
El jueves 12 de marzo corría yo por toda la oficina sacando pendientes pues en la tarde salía el avión que me llevaría a París. No había de qué preocuparse, el partido del sábado estaba programado sin cambio alguno (lo había estado revisando todos los días desde que inició marzo). Los museos y atracciones turísticas en París se mantenían abiertos al público. Demasiado bueno para ser verdad pero así estaban las cosas.
Antes de abordar el avión llegó la primera mala noticia. El partido entre el PSG y el Olympique Lyon había sido suspendido. ¡No! Adiós a ver en persona el liderazgo de Wendie Renard, el toque magistral de Dzenifer Marozsán, la actuación de Lucy Bronze, la mejor jugadora de Europa, etc., etc. Fue un cubetazo de agua fría.
¿Cancelaba todo? Ni la línea aérea por la que volaba aceptaba cambios de vuelos sin cargos y el hotel no permitía cancelaciones . . . aún. Ni hablar, echar para atrás todo a esas alturas resultaría muy costoso. No importaba, me quedaba disfrutar París y todas sus atracciones.
El Covid-19 tenía otros planes, siempre estuvo un paso adelante. Las noticias fueron cayendo poco a poco durante los siguientes 5 días. Primero cerró el Museo de Louvre, luego la Torre Eiffel, siguió el Arco del Triunfo y posteriormente el resto de las atracciones. El día que salió el vuelo de regreso, fue declarado el toque de queda en París.
Pese a todo, fue una experiencia extraordinaria y muy interesante. Recorrimos un vacío París por todos los rincones, visitamos museos, monumentos y estadios (por fuera) y la comida estuvo deliciosa.
Ya habrá oportunidad de ver jugar al Olympique Lyon; confío plenamente en que mi pasión hallará más caminos y momentos. Por lo pronto, a cuidarnos y a cuidar al mundo.
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